viernes, 10 de enero de 2014

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

¿Dónde está mi placita? ¿Dónde fue mi fuente?

Hace ya tres años y pico, que yo tenía cerca de mi casa, -a diez metros del geriátrico- una placita con su fuente y sus banquitos, para descanso y regocijo de mayores, adultos, niños y vándalos. En  los días de asueto veraniego, cogía mi libro y bajaba hasta esta placita recogida y coqueta, buscando como el perro la sombrita, una vez allí colocaba mis posaderas sobre unos bancos de hierro, donde mi trasero sufría las incomodidades del pesado metal. ¿Dónde estarán ahora? ¿Acaso en un almacén de bancos, similar al lugar siniestro que nos enseñó Antonio Mercero en su magistral serie televisiva “La cabina”? En su momento, los gamberros los destrozaron, primero los desplazaron de su sitio, después los llenaron de suciedad, los pintarrajearon y no sé dónde habrán ido a parar.

En mi placita, había una fuente de la que estaba enamorado, no era la más bonita, pero a mí sí me lo parecía, ¡también pasa con los hijos! Su celestial y relajante sonido invitaba a sumergirse en la lectura de algún libro y era el mejor bálsamo para el espíritu. ¿Y qué hizo alguien sin un ápice de sensibilidad? Enterrarla de por vida y nunca mejor dicho, ahora sólo hay tierra en su interior. Hasta el más ignorante sabe que el agua es símbolo y origen de la vida en este planeta. Yo solamente quería a través de esta carta decirle a mi fuente, que la amaba por todo lo que ella me aportaba y aunque ha pasado bastante tiempo,la sigo echando de menos, no sé si ella sentirá lo mismo por mí. Que donde quiera que esté, no tenga resentimiento alguno hacia quien ordenó enterrarla porque el resentimiento araña poco a poco el corazón y te deja mal herido para siempre. Quiero que piense que nos volveremos a encontrar algún día, ella con su goteo incesante de música y fantasía y yo caminando alborozado por cada línea de mi libro. Ella soñando conmigo y yo soñando con tenerla. Amén.


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